No es preciso que nos remitamos a la famosa frase de Calderón de la Barça, perdón, de la Barca para poner sobre la mesa que este equipo hace todos los sueños realidad; excepto los de sus contrarios. Veamos, el Atleti soñaba con ganar al Barcelona, y cualquier barcelonista esperaba vencer de una manera brillante y quizá épica a su adversario de esta noche, que era y sigue siendo el segundo clasificado. El Real Madrid había empatado y ¿qué buen aficionado merengue no soñaba con que el Atlético ganara en el Nou Camp? Sueño, sueños…el fútbol hace soñar. Después, claro, viene la realidad.
Para los atléticos y madridistas el comienzo del sueño fue perfecto gracias al soberbio y genial gol de Falcao en el minuto 30. El ariete colombiano desplegó su potencia indómita para atrapar un pase en profundidad que su compañero Diego Costa utilizó para romper la línea defensiva blaugrana y brindarle una magnífica opción desde el centro del campo local. Radamel corrió como un pura sangre ante una zaga que le perseguía impotente; y se plantó, escorado a la izquierda, frente a Valdés para batirle, elevando la pelota suavemente como sólo los genios saben hacerlo y engañando al guardameta –y a cualquiera que mirara- que esperaba el balón a ras de suelo y al poste contrario. El sueño del Atleti se apoderó del Nou Camp y el silenció atrapó a la grada.
El equipo del Cholo estaba jugando serio, concentrado, rápido, sólido y haciendo creer al más incrédulo que así iba a ser todo el partido. En el minuto ocho, el colombiano había lanzado ya un cabezazo al poste y en el 23 sólo la buena salida de Valdés impidió un remate preciso al mortífero delantero rojiblanco. El Atlético mandaba. El Barcelona estaba incómodo, sin encontrar ni perfilar sus armas. Pero de una manera natural, como sin esfuerzo, sin tener que vencer ningún drama el Barça empezó a mostrar lo que mejor sabe hacer: jugar muy bien al fútbol.
Los azulgranas se desplegaron sobre el campo siguiendo el ritmo entonado por su director de orquesta, Xavi Hernández, y se contagiaron del acierto que caracteriza al capitán cuando juega con criterio. Mover el esférico con precisión y rapidez, encontrar al compañero mejor posicionado, ser letales arriba y resolutivos abajo, en definitiva, lograr un perfecto juego colectivo para lograr la mejor versión de si mismos. Así jugaba el Barça en los mejores años de Guardiola y así jugó contra el Atlético. Por eso no es extraño que aparezcan auténticas obras de arte como las que ayer Adriano y Messi crearon sobre el tapete esmeralda de su campo.
El lateral brasileño empató el partido en el minuto 35 con un soberbio misil desde la parte derecha del área rival, que sobrevoló los dominios de Courtois y perforó la red tras golpear sutilmente en el larguero. Y Messi, aprovechando un descuido de la zaga en su marcaje, limpió las telarañas del palo derecho del meta con un disparo ajustado que recortó la hierba desde el semicírculo. Antes, Busquets había logrado el segundo y regaló al mundo otro detalle de su indiscutible técnica. Fue en una jugada embarullada en la que nadie consiguió despejar el balón, en el área pequeña del Atleti. El balón rechazado cayó en las botas del centrocampista y haciendo gala de un temple prodigioso, Sergio esquivó la entrada deslizante de Juanfran con un sutil amago y elevó la pelota convirtiendo el tiro en un imposible para los defensas. Tres magníficos goles que hicieron trizas el sueño atlético.
A pesar de ello, el Atleti se mantuvo firme, tanto mental como físicamente, e hizo frente a la pesada carga que supuso el dominio azulgrana. Sin embargo, ese tercer tanto fue mortal, e incapaces de nada mas, los del Cholo contemplaron impotentes cómo el Barça entretejía su alrededor una red de pases interminable. En los instantes finales Messi finiquitó el partido tras aprovechar un fallo de Godín, que intentó despejar de tacón en el área pequeña. El Atlético se despidió desde el más absoluto asombro: habían hecho todo lo necesario para ganar, pero no lo consiguieron. El dominio del Barcelona fue abrumador y sirvió para que los perseguidores recibieran un claro mensaje: en el Nou Camp sólo hay un equipo capaz de hacer realidad sus sueños.
La Palabra Deportiva 